martes, 6 de marzo de 2007

Una forma de habitar el cuerpo

ORLAN

Pocas artistas han llevado a tal punto el derecho de uso y abuso sobre su propio cuerpo para sucitar reacciones en el espectador.
La última vez que estuvo en México (en el Museo Universitario del Chopo de la capital) fue para presentarnos los resultados (en fotografías, instalaciones, videos, pinturas, etc.) de una serie de operaciones a las que se sometió con el objeto de recrear en sí misma los estándares de belleza occidental mas recurrentes, por lo menos en lo que al arte se refiere. Así por ejemplo, vimos la monstruosa conjugación que resultaba de tener conviviendo en un mismo rostro, rasgos de la Mona Lisa y de la Venus de Boticelli.
El trabajo de Orlan es una reflexión hecha con lo bello y lo grotesco, el placer y el dolor, lo sano y lo insano, la libertad y el castigo, es decir, con las dicotomías típicas de la cultura que hemos mamado. Es un trabajo hecho sobre esas tenues fronteras que separan los extremos conceptuales cotidianos.
· “Mi cuerpo es el espacio donde trabajo, es mi software”* “Con la manipulación genética la metamorfosis será una realidad”
el caso de Orlan, artista del performance, el “monstruo” es ella misma. Y ella misma “se da vida” a través de transformaciones performáticas donde su cuerpo es el espacio vital y entrañable para modelar(se), para reensamblar(se), para reconstruir(se), para diseñar(se) en libre albedrío, en contra de las imposiciones estéticas con que la sociedad de consumo nos tortura a las mujeres, a través de procesos dolorosos y humillantes que atentan contra nuestra salud física y mental.
Ejemplos de ello son, entre muchos otros, los famosos “corsés” que fracturaban costillas y dejaban sin aliento, o las fracturas de los pies de las chinas para que “cupieran” (chiquititos) en una mano masculina (sin importar el dejar baldadas a las muy “femeninas” dueñas de estas “preciosidades”) o las liposucciones y otras cirugías actuales de senos, de narices, de nalgas, de muslos, de orejas, de piel, cabello y ojos, para “colorearlos” y vernos cada vez más blancas, más rubias, más altas, más delgadas, con ojos claros (como de princesas imposibles), colonizando –para ello- a nuestros generosos cuerpos latinos a través de dietas que nos integren socialmente como mujeres que han “diseñado” su imagen y que son, por lo tanto, exitosas.
Hasta el presente, solamente podemos cambiar de apariencia; tal vez próximamente, con la manipulación genética, podremos cambiar totalmente y la metamorfosis ya no será un mito sino una realidad.
Pero la re-invención del cuerpo no es nueva, si se recuerda, por ejemplo, los desmembramientos dadaístas, hasta la cosificación del pop art y la autotransformación de personas como Michael Jackson, donde en un proceso de re-ensamblado exigido tal vez por la moda, la política o el rating, el cuerpo se (re)diseña para ubicarse en una sociedad global. ¿Cómo se ubica Orlan en estas dos propuestas de reinvención del arte y la sociedad de consumo?
En el caso de Orlan, ella trabaja con el arte corporal. Su obra implica una denuncia contra las presiones de una sociedad fetiche-consumista que impone arquetipos físicos de una estética "correcta" sobre el cuerpo. Ella ejecuta sobre su propia imagen una "puesta en escena", un performance de operación quirúrgica estética.
"Mi cuerpo es el espacio donde trabajo, es mi software, esto lo vengo haciendo desde mi adolescencia, trato de empujar los límites de la vida hasta el extremo.
"Con el avance tecnológico uno se puede hacer muchas preguntas, cuál es el estatuto original del cuerpo y hasta dónde irá su futuro. Actualmente no estamos preparados para estos cambios sociales. Yo quiero cambiar, o mas bien, preparar a la sociedad para estos cambios.“Mi trabajo centra exactamente en ese aspecto, trata sobre el cuerpo mutante, el cuerpo del futuro; es un trabajo en el que ando desde el 68 cuando llegaba a las conferencias con un cartel que decía: 'Yo soy una hombre y yo soy un mujer'.
"Todo mundo conoce ese dicho de Simone de Beauvoir: 'No somos mujeres, nos convertimos en mujeres' y los hombres 'No son hombres, se convierten en hombres'. La sociedad es una fábrica de cuerpos y de las realidades que van con esos cuerpos, y mi trabajo consta precisamente en cómo cambiar ese formato.
“¿Sobre si tengo dolor en mis intervenciones? No. Estoy totalmente en contra del dolor, es un viejo problema; siendo mujer siento totalmente ridículo el dicho (bíblico) de Debraux: 'Parir en el dolor'. En nuestra época tenemos la posibilidad de eliminar el dolor. Y es lo que realizo en mi trabajo: les pido a los cirujanos no recibir ningún dolor, no creo en el dolor como redención ni como purificación."Yo estoy muy lejana al concepto de la descalificación del otro, a la estandarización impuesta, porque uno puede hacer lo que quiera con su propio cuerpo.
"Actualmente, la gira de trabajo que estoy realizando trata sobre la estandarización de la belleza, a raíz de las civilizaciones precolombinas, sobre la deformación del cráneo, el estrabismo e incluso los postizos de las narices.
La clonación es justamente una de mis grandes preocupaciones; con la tecnología que está empezando a llegar a la sociedad es más difícil distinguirse, ya que promueve la homogeneización de la belleza: en esta época: la mayoría de las mujeres quieren tener grandes senos, la nariz erecta, los pómulos salidos, los ojos rasgados. Es contra lo que lucho, donde quiero despertar una conciencia y que la gente pueda ver la belleza de otra manera, a través de varias civilizaciones en la historia.
Ya fue registrada en el ARTIUM de Álava, Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo, con “Orlan, 1964-2001”, en la primera exposición retrospectiva de esta artista francesa, su trayectoria creadora desde sus primeros performances en Saint-Etienne, su localidad natal, hasta sus imágenes digitales y su proyecto ”Le Plan du film”. El trabajo de Orlan alcanzó especial notoriedad en los años 90 a raíz de sus "acciones quirúrgicas", en las que se somete a (ya diez ahora) operaciones de cirugía estética convertidas en auténticas performances, documentadas mediante fotografía y video y, en algún caso, retransmitidas en directo a diversos centros de arte. Sin embargo, este período ocupa tan sólo tres años en una carrera artística de casi 40, en los que Orlan ha convertido su cuerpo en objeto de creación, a la búsqueda siempre de la denuncia y la provocación. (http://w3art.es/invits/artium)
“Nuestros cuerpos han sido alienados por la religión, por el trabajo, por el deporte e incluso por la sexualidad, y han sido formateados en función de unos modelos prefijados. Yo obtengo seres híbridos, cuerpos mutantes, posibles apariencias de civilizaciones que no poseen las mismas ideas preconcebidas que nosotros. En mi opinión, el cuerpo se ha quedado obsoleto, no ha podido adaptarse al ritmo de los acontecimientos”.
Orlan es transgresión y autodeterminación; cuerpo propio e identidad, han sido los principales motivos de la artista francesa. Fuga radical de la naturaleza en un acto subversivo que desmiente las diferencias de los sexos para desembocar en la androginia. La artista no acepta renunciar a nada, quiere convertirse en su propia madre y en su propio producto, demuele la frontera de los sexos, niega la falta, no hay carencia, ni muerte... la ciencia brinda esperanzas y, “si tengo que morir, demostraré que soy una artista hasta el final”.
Orlan es en primera instancia, obra, soporte y artista. Todo en una, gracias a la tecnología leída como complemento a la obra de arte, y leída también como medio de creación. Orlan sigue la estela dadaísta no sólo con el uso del gesto, columna vertebral de la performance sesentayochista, sino también con el collage desarrollado por Hannah Höch en el dadaísmo alemán aludiendo en ocasiones a las máscaras africanas. Orlan practica en carne propia collages, que tras fotografiar y tratar digitalmente dan como resultado apropiaciones, por ejemplo etnográficas. En la obra de Orlan no se advierten recortes, pero el juego de extrañamiento que rige el fotomontaje dadá de Hannah Höch, está también presente en obras de la francesa como las que componen la serie Self-hybridation africaine (2000).Llevar a cabo una investigación artística usando como base el propio cuerpo, haciéndolo objeto, tiene el precedente de una artista contemporánea del dadá, Claude Cahun. Las fotografias que a partir de 1917 realiza Cahun, reflejan su investigación sobre la identidad. Los autorretratos de la artista travestida en distintas identidades prefiguran las fotografías de Orlan en las que asume trasgresiones iconográficas como en Le Drapé-Le Baroque (1983), en la que nos enseña un pecho bajo el hábito de monja teresiana. No es casual el atavío escogido por la artista para esta obra. El carácter trasgresor de la imagen radica no solo en la visualización del pecho, sino en su militancia ideológica: el travestismo señala la ruptura con un modelo religioso como fue el de la contrarreforma, que supuso para las mujeres cristianas el inicio del martirio del cuerpo en aras de la purificación.El discurso performativo de Orlan se estructura en base a una crítica de las presiones sociales ejercidas sobre el cuerpo femenino. El feminismo de los años setenta ya hacía esta denuncia a través del arte, pero la artista francesa da un paso más. En 1978, lleva a cabo su primer performance quirúrgico. El uso de la tecnología para materializar su discurso choca frontalmente con el carácter antitecnológico del feminismo francés de la Tercera Ola. En este sentido, Orlan será precursora del ciberfeminismo, para el que la tecnología debe ser conquistada como instrumento de creación y uso por parte de las mujeres. El tratamiento digital de las fotografías solapa el tratamiento corporal de la artista, construyendo y deconstruyendo estereotipias femeninas. Orlan encarna formas alternativas de subjetividad femenina que la acercan a la criatura híbrida que Donna Haraway denominó ciborg en 1983.El rostro de Orlan tiene la frente de la Gioconda, la barbilla de la Venus de Botticelli, la nariz de una Diana de la escuela de Fontainebleau… Al presentar estos rasgos, la artista francesa denuncia cómo la imagen de la mujer ha estado sometida a una construcción estética en la que ella nunca fue la protagonista. Hasta ahora. El último guiño irónico al patriarcado fue la inserción en 1993 de dos prótesis en las sienes que normalmente se dedican en cirugía a realzar los pómulos.La obra de Orlan nos enfrenta a un problema de notable complejidad. Orlan es el paradigma de la artista inteligente, capaz de elaborar un discurso coherente y con una interesante trayectoria. Con esos antecedentes, comienza nuevas obras en las que desborda peligrosamente los límites del arte y cae en picada en terrenos farragosos en los que hunde su capacidad creativa, al exhibir su cuerpo desgarrado. Su propuesta estética constituye un fenómeno social y mediático. Creo que merece estudios de tipo antropológico y cultural, pero a mi entender, su obra excede los dominios del arte. La artista tiene la capacidad de movilizar los espacios museísticos más importantes, como el Centro Pompidou y es convocada en las principales bienales para exhibir una obra que merece una reflexión. Nacida en Francia en 1947, Orlan es una artista multimediática que desde 1965 viene realizando audaces performances, en las que ubica a su propio cuerpo como eje protagónico de la obra. Durante 10 años trabajó sobre el tema de la identidad femenina a través de la iconografía cristiana, utilizando su propia imagen en un contexto barroco profundamente herético. (Orlan vestida de monja ofreciéndose eróticamente).En 1990, realizó una performance en Newcastle, Inglaterra denominada " La Reencarnación de Saint Orlan". La artista hace un juego de palabras santo-santa continuando con una estrategia de fusión-confusión de sexos con relación a sí misma. En una búsqueda celebratoria de nuevas identidades, inicia una serie de operaciones quirúrgicas (diez hasta hoy) con distintos cirujanos y en diferentes países. La artista dirige desde el quirófano las intervenciones realizadas bajo anestesia local ante la vista de fotógrafos, cámaras de televisión, de acuerdo a una minuciosa planificación. Cada nueva operación es un paso más hacia la transformación de Orlan, que intenta unir arte y vida con su trabajo. Define su obra como un arte carnal que denuncia las presiones sociales ejercidas sobre el cuerpo femenino, considera caduca nuestra noción del cuerpo y propone un uso de la tecnología aplicado a la vida humana donde todo pueda ser intercambiable y renovable para lograr un ser humano "más feliz". Su obra se pronuncia en términos utópicos. Las operaciones son especialmente musicalizadas, el staff quirúrgico lleva ropa creada para la ocasión por diseñadores como Paco Rabanne o Issey Miyake, a veces Orlan usa máscaras de teatro, disfraces, lee poesías o textos durante las intervenciones. (Antonin Artaud, Julia Kristeva, etc. Fue operada en Europa y E.E.U.U. y planifica la próxima intervención en Japón donde habrá de crearse mediante complicados implantes injertados, una nariz como las de los clásicos frisos griegos que nace aparentemente de la frente. Orlan trata su propio cuerpo como si fuera un material cualquiera que un artista puede manipular a su antojo. Su carne abierta deviene espectáculo, el cuerpo es equivalente a la tela como soporte sobre la que se gesta la obra. Orlan se jacta de ser la primera artista en utilizar la cirugía plástica para hacer su propio autorretrato. Procede con una fría lógica cartesiana deconstruyendo imágenes mitológicas de mujeres y las recombina en su rostro para crearse a sí misma. ¿Por qué esas mujeres? Contesta Orlan: -"Diana por su característica de diosa agresiva, Psyché por su belleza espiritual, Europa de Gustave Moreau por su amor a la aventura, la Venus de Boticelli por ser la diosa de la fertilidad y la Mona Lisa de Leonardo por su inteligencia." En 1993, la performance "Omnipresence" en Nueva York es transmitida vía satélite, las imágenes de su operación navegan por el mundo en tiempo real. Mientras una enfermera le limpia la sangre que chorrea, el cirujano le introduce el bisturí en la herida abierta, asistimos a la escena de la oreja colgando y la paciente maquillada como para una fiesta sonríe a la cámara y contesta preguntas que el público le formula en directo desde Toronto.Orlan trata su propio cuerpo como si fuera un material cualquiera que un artista puede manipular a su antojo. Su carne abierta deviene espectáculo, el cuerpo es equivalente a la tela como soporte sobre la que se gesta la obra. A la pregunta inevitable ¿qué es el cuerpo hoy?, surge la respuesta más inmediata: el cuerpo no es una posesión, no tenemos un cuerpo, somos cuerpo. Y éste además de formar parte de la naturaleza, es producto de una construcción sociocultural. El cuerpo no es un hecho objetivo e inmutable sino un valor producido tanto por la historia individual del sujeto como por su presencia del mundo en que le ha tocado vivir. El cuestionamiento de Orlan al estatuto del cuerpo implica una renuncia a la noción de unidad de éste, negándole su función de soporte de la identidad. El cuerpo considerado como un ente cuyas partes son autónomas e intercambiables sin conexión entre sí, pierde su carácter simbólico y significante. Las estrategias de fragmentación y la disociación propuestas por Orlan en sus operaciones-performances transforman al cuerpo en un conjunto de elementos inconexos, sustituibles y eternamente superables. Es un cuerpo robotizado que niega su dimensión simbólica al responder sólo a su funcionalidad.Creo que tiene sentido renovar una vez más la pregunta sobre qué es el arte hoy, y cuáles son sus límites. Es evidente que esos límites se han ido extendiendo felizmente a lo largo del siglo XX. Pero si consideramos que todo es arte, volveríamos a los años '60' y a plantearnos nuevamente el tema de la muerte del arte. Un camino ya recorrido y poco fructífero. La llamada "promiscuidad de géneros", tan característica de el fin de siglo ha generado obras valiosas multimediáticas que enriquecen al arte contemporáneo. Pero cada expresión artística utiliza su propio código de mediatización que ubica la obra dentro del terreno de la sublimación y no de la llamada satisfacción directa de la pulsión. Creo que el arte parte de una premisa de juego, el producto artístico es una ficción. En los trabajos de Orlan se ha perdido una distancia alusiva, se hace una literalización de aquello que se quiere decir. En la medida en que se anula la distancia entre ella y su obra, no se produce el "como sí del arte". Orlan quiere hacer estallar los razonamientos naturalistas de los códigos sociales en un juego irresistible de disolución del cuerpo, va mas allá de la ambigüedad y de la asunción del doble de sí misma. Como una nueva Frankestein, plantea una fuga radical de la naturaleza en un acto subversivo, que desmiente las diferencia de los sexos para desembocar en la androginia. La artista no acepta renunciar a nada, quiere convertirse en su propia madre y en su propio producto, demuele la frontera de los sexos, niega la falta, no hay carencia, ni muerte... No hay muerte, grita el discurso desesperado de Orlan y grita tan fuerte que inevitablemente remite a aquello que calla. Calla el dolor, la impotencia, la humillación de ser uno más de los millones de seres anónimos que pueblan este planeta. Con sus intervenciones quirúrgicas intenta encubrir la furia narcisista que le genera la realidad de la muerte, la incompletud, la castración simbólica que nos convierte a todos en sujetos de la cultura, falibles, incompletos, carentes y mortales.El artista de hoy es víctima de una sociedad caníbal que le exige para ser reconocido y existir en un medio altamente competitivo, la obligación de decir cada vez algo nuevo, aún al precio de construir la obra con su misma carne. La búsqueda de "amasar el arte" con la propia experiencia de vida es una de la metas estéticas del siglo XX. Se intenta producir un arte que traiga el eco de esas vivencias que los individuos experimentan cada vez con mayor angustia: como la pérdida de la propia identidad. Las nuevas tecnologías ya predicen que el siglo XXI será post-corporal. Las sensaciones virtuales, las manipulaciones de la ingeniería genética, la caída de las fronteras entre lo público y lo privado, están generando una curiosa vivencia de autonomía respecto del cuerpo y de la práctica personal. Iván de la Nuez advierte que dentro de algunas décadas las experiencias vitales aparecerán como entidades sin cuerpo. Este anhelo de descorporización de los seres humanos fue trabajado por otros artistas como Gina Pane, Sterlac, Günter Brus, Bruce Nauman, Robert Gober, Cindy Sherman con diferentes grados de compromiso en lo real. Convengamos que nunca nadie ha llegado tan lejos como Orlan preservando su propia vida.Rudolf Schwarzkogler del grupo accionista vienés, enrolado en el "Body Art", se seccionó el pene cm. a cm. mientras un fotógrafo documentó la acción. Las fotos fueron exhibidas en 1972 en la Documenta de Kassel, (el artista se suicidó poco después). Chris Burden se atravesó con clavos las manos y luego los vendió en una galería de Nueva York, donde también se hizo pegar un tiro documentando el hecho.Orlan es una exponente más de esa indiferenciación actual de lo público y lo privado exhibiendo el interior de su cuerpo. El intento o la ilusión de ser la creadora de sí misma, produce un canibalismo de su propia existencia. Su ambición supera la del mismísimo Prometeo, aquel que les robó el fuego a los dioses para crear a los hombres. El castigo para Orlan no puede ser entonces que un ave le corroa eternamente el vientre como a Prometeo. No. Orlan parece abandonada a sus propios buitres representados por las instituciones, el museo, la galería, el público y todo el sistema del arte contemporáneo que avala este tipo de producciones. Cuando como público o integrantes del circuito del arte nos divertimos con las ocurrencias de los artistas..." si después de todo no hacen mal a nadie"... olvidamos que es el artista quien se quema en la hoguera de su desesperada necesidad de existir, gracias a que desde el establishment cultural se legitima su obra. Se suele hacer una recepción banal de este tipo de experiencias artísticas, aún por parte de la crítica más especializada que teme ser considerada conservadora.Con sus intervenciones quirúrgicas intenta encubrir la furia narcisista que le genera la realidad de la muerte, la incompletud, la castración simbólica que nos convierte a todos en sujetos de la cultura, falibles, incompletos, carentes y mortales. Orlan, no quiere sufrir, a diferencia de los artistas del body art, pretende la purificación a través del dolor, ni su obra responde, en lo manifiesto, a las características de las prácticas rituales masoquistas. Orlan transmite a través de sus operaciones el deseo de Ser eternamente, como un ser absolutamente excepcional y único.La concretización de la obra de Orlan en el terreno de lo real, en la materia misma, en su propia carne, sin un fluir de significaciones, sin metáfora, ni suficientes procesos intermediarios entre el impulso originario y la obra realizada; sumado a la irreversibilidad de las operaciones y la pretensión de indiferenciación entre la obra y su creadora, todo ello hace dudar respecto de la categorización de arte para este tipo de productos culturales.Aunque la artista organice toda una "mise en scène" en torno a sus intervenciones y adorne sus performances con dramatizaciones, música, y trajes de gran elaboración estética frente a la carne abierta de Orlan creo que se produce una violenta caída de la metáfora. Su cuerpo desgarrado se constituye en un espacio que excede los dominios del arte. Son lugares infranqueables, puntos de opacidad donde lo simbólico se detiene. Creo en el arte como una práctica que se define en la producción de sentidos y en la intensidad formal y ética. Desde ese lugar me pregunto si las instituciones no debieran asumir cierta responsabilidad en las experiencias artísticas que avalan. Extracto de una entrevista realizada a Orlan por Corinne Sacca Abadi, el 15 de junio de 1997 en Venecia. C.S.A.) A menudo he pensado con preocupación que el artista ocupa en nuestra sociedad un rol sacrificial, como Juana de Arco y hasta como Cristo mismo debe hacerse incendiar o crucificar para ofrecer un servicio a la sociedad, ¿cuál es tu reflexión al respecto?Orlan:) Sí, es muy terrible el lugar que le toca al artista contemporáneo si no acepta hacer un arte para el mercado, para complacer al establishement, hoy son pocos los artistas que arriesgan, el arte está domesticado, todo es complaciente anodino, inofensivo. C.S.A.) Con tus obras no hay duda que pretendes extender los límites del arte, me pregunto hasta dónde es eso posible manteniendo las características del arte mismo. ¿Cuáles son tus límites, Orlan? ¿Dónde se rompe la cuerda? Orlan:) No tengo límites, por eso soy una artista radical. Mi acción es precursora de un cambio de status del cuerpo, hay que repensar el cuerpo desde lo político, social, mi obra denuncia las presiones sociales ejercidas sobre el cuerpo femenino.C.S.A.) Si pudieras renacer en el año 2000, comenzar de nuevo, ¿elegirías ser artista?Orlan:) No, seguramente no, el medio del arte es horrible, patético, es una lucha muy dura para mí. Hubiera elegido ser científica, médica, o bióloga.C.S.A.) ¿Por qué? Cuál es el trabajo que te gustaría hacer? Orlan:) Investigaría el cuerpo, trabajaría para alargar la vida, en el futuro la tecnología logrará todo lo que se proponga.C.S.A.) Se diría que quisieras poner todas tus energías en evitar la muerte.Orlan:) Es terrible tener que envejecer y morir. No lo acepto, no, nunca lo voy a aceptar.C.S.A.) Volvamos a tus operaciones, tus performances en el quirófano me despiertan sentimientos encontrados, pienso que se produce una caída de la metáfora, quiero decir que cuando utilizas el cuerpo para referirte a las conflictivas que suscita en lugar de hacer una alusión poética a su dramática, tu obra produce un grado tal de concreción en lo real que me recuerda la relación entre erotismo y pornografía.Orlan:) (Visiblemente enojada) Ah! No, de ninguna manera, en mis performances hay mucha poesía, lo dicen los mejores críticos, yo armo una "mise en scene" bellísima, la música está muy cuidadosamente elegida, el vestuario, las lecturas durante la operación, todo es muy elaborado. Lo que ocurre es que mi transgresión es brutal, es revolucionaria, es totalmente radical y eso no es fácil que lo entiendan todos. Yo confío en el dictamen del próximo siglo, de todos modos yo nunca produciría un arte que sea aceptado sin cuestionamientos, porque sólo creo en un arte radical y absoluto. C.S.A.) ¿Porqué no has tenido hijos?Orlan:) No he querido, yo soy feminista y pienso que los hijos me hubieran impedido llevar adelante mi trabajo. Y siempre he pensado que la mujer tiene que liberarse de esa exigencia social, debe tenerlos sólo si los desea, yo no los deseé. No lo lamento.C.S.A.) ¿Cuál es el sentido de la intervención en la que te implantaron dos protuberancias en la frente? (que Orlan maquilla a tres colores con sombras perladas para resaltarlas.)Orlan:) Cierto sector de la prensa muy maledicente no había comprendido el significado de mis intervenciones anteriores, creyeron que yo sólo trataba de ser más bella y por eso elegía a las mujeres más notables de la historia del arte. Quise demostrar que no es así, con mis implantes quedó claro que mi intención no es responder a un canon de belleza, que justamente cuestiono, por otro lado soy absolutamente original y los he desorientado. De todos modos, la prensa me endilga ahora otras pavadas.C.S.A.) Yo creo que toda tu obra es como un gran desafío a la muerte pero que en realidad le tienes tanto horror a la muerte que no puedes imaginarte muerta. ¿Me equivoco...?Podrías fantasear ahora una obra con relación a tu muerte? Orlan:) Yo he dado mi cuerpo al arte. Después de mi muerte no se lo daré a la ciencia, sino a un museo. Será la pieza central de una instalación con vídeo, ya lo he previsto todo pero no quiero hablar de mi muerte, yo no la creo, pienso que en el futuro la gente no va morir, la ciencia, te decía, brinda esperanzas, y si tengo que morir demostraré que soy una artista hasta el final.
Tiene la frente de la Gioconda, los ojos de la Psique de Gérard, la boca de la Europa de Boucher, la barbilla de la Venus de Botticelli y la nariz de una Diana de la escuela de Fontainebleau. Pero esos rasgos que han hecho famoso su rostro en todo el mundo no corresponden a un premio de la genética. Son producto de un trabajo en el que se mezclan su riesgoso concepto artístico, el brutal bisturí del cirujano plástico y la delicadeza de las formas pictóricas. Se le conoce simplemente como Orlan. Se le describe como una artista francesa metida en el cuento del carnal art. Pero acercarse y entender las razones que le han llevado a someterse desde 1990 a nueve intervenciones quirúrgicas para reconfigurar su rostro según los cánones estéticos de obras clásicas de la pintura va mucho más allá del elemental acoplamiento a las etiquetas o clasificaciones. Más si se tiene en cuenta que esas cirugías plásticas han sido transmitidas en directo a gran parte del planeta (la última a través de Internet) mientras ella dirige el espectáculo cual si se tratara de cualquier show televisivo. Sin duda, en este caso no se asiste a la consolidación de una manifestación enloquecida del body art (movimiento artístico que revolucionó el mundo en los 70), sino a la explosión de un lenguaje donde aparece una fila de subversivos de la piel, el dolor y la genética. No en vano muchos los califican de tecno-masoquistas y mientras algunos observan a Orlan como la protagonista de una historia en que se escenifica "la descabellada exigencia de una perfección física imposible" (crítica Barbara Rose), otros se dedican a hablar de la manipulación que hombres y mujeres, gracias a la tecnología contemporánea, ejercen sobre su propio cuerpo. Pero claro, en este caso no estamos hablando de jovencitos que consideran señales de irreverencia la infantil tarea de marcar su cuerpo con tatuajes e invadir sus pieles con argollas. Nos estamos refiriendo a seres capaces de jugarse en serio la carne, el hueso y la sangre frente a un auditorio cansado de los poéticas acciones artísticas (performances) en donde lo primero que se preserva es la integridad física y mental de todos. De seres orientados a convertir argumentos de ficción en hechos de la vida real y capaces de sustentar sus actos alucinantes con ideas convincentes. Los cyborg reales En esa línea saltan a los medios, sin los cuales no podrían existir, una lista de personajes que desde la tecnología actual plantean preguntas, se acomodan al mundo e introducen en su estructura física instrumentos técnicos para que convivan con sus órganos, como si se tratara de la simbiosis del cuerpo y la tecnología. Así como el caso de Orlan nos remite a un provocativo desafío a los códigos anatómicos, en lo referente al australiano Stelarc, por ejemplo, su reto incluye la demostración de lo obsoleto del cuerpo humano ante el imperio de la técnica, más cuando ella nos domina desde hace años. Conocido como un cyborg (hombre-máquina) de la vida contemporánea, en una de sus primeras propuestas, Stomach sculptures, insertó en su estómago, después de haberlo inflado y haber extraído los jugos gástricos, unas esculturas de acrílico. Las "obras" solo eran visibles a través de una endoscopia. Pero quizás el trabajo que mayor recordación tiene entre los seguidores de esta corriente es Fractal flesh. En él, mientras Stelarc estaba en Luxemburgo conectado a través de sensores a Internet, su cuerpo recibía desde París impulsos que lo obligaban a hacer gestos involuntarios. Esta propuesta merece especial atención porque los expertos consideran que allí dio el salto al sensorio colectivo. Pues, si bien en primera instancia sus músculos eran controlados voluntariamente, al conectar los electrodos al ciberespacio, permitió que los diferentes niveles de conexión en diversas zonas mundiales fueran los activadores o inhibidores de movimientos. Así logró transformarse en una especie de web humana. Al seguir estas líneas de acción, no resulta extraño encontrar que el fin máximo de Orlan es lograr implantarse otra cabeza y que Stelarc menciona como próximo proyecto instalarse una tercera oreja artificial; pues en el fondo ellos, como otra serie de artistas, han destruido la identidad que como frontera infranqueable se manejaba del cuerpo. El hombre chip Idea que ha movido también al brasileño Eduardo Kac, quien se ha convertido en el proponente de muchas de las nuevas tendencias de vanguardia. En su más importante propuesta Kac implantó en su tobillo un microchip con un número de identificación de nueve caracteres y a través de la red se inscribió en un banco de datos norteamericano. Si se aclara que el microchip es un transponder de los que se emplea para reconocer actualmente al ganado en remplazo de la vieja marca con hierro caliente y esa idea se une con la vieja costumbre de marcar a los esclavos en esa parte del cuerpo se encontrará que la acción de Kac va más allá de subvertir sus propias formas. Pero lograr ese producto conceptual incluyo un estudio técnico que asegurara el éxito del experimento. Por una parte el capacitor y la bobina que conforman el aparato debieron ser lacrados en vidrio biocompatible para evitar que el cuerpo lo rechazara. El número inalterable e irrepetible memorizado en el microchip solo puede recuperarse por intermedio de un escáner portátil que genera una señal de radio para poder ser transmitido. El espacio físico en que se realizó el experimento, la Casa das Rosas, debió transformarse en un cuarto de hospital con médico e instrumental quirúrgico a bordo para atender las eventuales dificultades. Y se ubicaron varias computadoras con acceso al banco de datos en E.U. y con posibilidades de transmitir el evento a través de Internet. Como si con eso no fuera suficiente y en una confirmación del sentido de espectáculo masivo que estos artistas dan a sus acciones, la experiencia se transmitió en directo a través del Canal 21 de Sao Paulo. Logrando que la gente del común empezara a interrogarse sobre el futuro que aguarda al ser humano y las mutaciones que la forma humana enfrentará en ese tiempo. Claro que Kac, como Orlan y Stelarc, es solo una reducida muestra del panorama de hombres y mujeres que, como decía McLuhan, en la edad electrónica se han puesto la humanidad entera como piel. Ellos han convertido el concepto conciencia en una entidad tecnológica y han renegado de su condición biológica reorientando a través de caminos distintos y parecidos al proceso de evolución humana. Por eso hoy hablar del cuerpo es tarea difícil. Habría que describirlo como simple motor de su prótesis, como interfase de un circuito eléctrico, como materia prima donde inscribir pertenencias socioculturales o como el sistema de órganos que deben ser modificados o sustituidos.

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